La vida de decenas de menores del instituto barcelonés Joan Fuster estará marcada ya, en menor o mayor medida, para siempre. El recuerdo del ataque de un chico de 13 años con una ballesta y un puñal, que ha causado la muerte de un profesor y ha dejado heridas a otras cuatro personas —entre ellos, dos alumnos—, condicionará su día a día en los próximos meses. Romperá su cotidianeidad. «Porque una situación así no se olvida. Por eso, no se puede plantear como objetivo terapéutico que los chavales se olviden de ello. Hay que trabajar para que lo integren», resalta Silvia Álava, psicóloga especializada en el tratamiento de adolescentes, que explica en qué dirección se debe trabajar ahora con estos jóvenes: «Hay que reunirles para que hablen del tema, para que planteen sus dudas, para que cuenten sus miedos».
En esa tesis incide Javier Urra, psicólogo forense y exdefensor del Menor en la Comunidad de Madrid: «Se les debe reunir en grupo para que expresen lo que sienten. Para dejarles hablar. De todo: también de qué creen ellos que ha causado el ataque. Si el odio, el entorno familiar…». En ese círculo de confianza, según los expertos, las reacciones de los jóvenes serán muy distintas. «Habrá quien comente mucho, quien llore mucho… Porque este incidente ha sido un shock. Aquí no caben medias tintas. Es un caso traumático por lo inesperado y por la gravedad. Van a sufrir todos. Y puede haber chicos que generalicen el miedo», remacha Urra, que recalca cómo el equipo de psicólogos deberá estar atento a si alguno de los chicos banaliza lo ocurrido.
Los especialistas tendrán que observarlos de cerca. «A los chicos que puedan ser más vulnerables y que lo estén pasando peor a nivel emocional. Pero, también, a aquellos a los que esta acción pueda parecerles algo loable», recalca Álava. «Dada la edad, hay que incidir en hacerles conscientes de la gravedad del hecho, para que nunca lo vean como algo a imitar», remacha la psicóloga. En ese sentido, el sindicato de profesores ANPE pide prudencia para que el suceso de Barcelona, un «caso absolutamente novedoso y aislado», no se sobredimensione socialmente. «No debe servir para que salten las alarmas, aunque sí para reflexionar y continuar trabajando con más determinación en la prevención y detección de la violencia en los centros escolares», apunta el colectivo. Sigue leyendo